“mi bicicleta se ha olvidado de las flores
que prometí engancharle en el manubrio
todas las mañanas...”
Desde ese espacio del encierro, del estado inmóvil que es el espacio donde la poeta tiene la oportunidad de mirar a – hacia – dentro: de sí, de otros tiempos, de la cotidiano que pasa en sorpresas de pequeñas cosas y después en sus recuerdos.
Pero no piense el lector que por ese estado de lo inmóvil esta poesía es parsimoniosa, no, por el contrario. Hay en la factura de los versos precisión y agilidad. Esto permite que los versos nos penetren como pequeñas agujas terapéuticas, insensibles al tacto pero que logran su efecto de mostrarnos un mundo lleno de contemplaciones que derivan en meditaciones más profundas como en las siguientes líneas: “Seré breve. El futuro es pensar como se escribe, …”. Incluso en “Parsimonia: Pasa saber lo que hay que saber /no hay que no monologar/ la contingencia, lo innoble / de la ganancia, lo obsceno de la elocuencia”.
Entonces en “Candada” estamos frente a un poemario de fragua templada, con aciertos poéticos transparentes, cargado de imágenes y versos que no por aparentemente sencillos resultan fáciles, por el contrario, se nota el oficio como el siguiente verso del poema Mi siglo: “pegada al suelo, persigo/ una naturaleza insospechada/ que canta su réquiem”. Y es así que Mara persigue desde su “encierro”, “clausura” o parqueo de bicicleta “candada” que nos muestra los espacios mínimos donde se estaciona por un instante la poesía de la vida.
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