domingo, 23 de septiembre de 2012

Lili 4117




Son espasmódicas descargas de temblor matutino, de lengua acostumbrándose a una nueva vida. Sustancia necesaria. Tedio que contamina hasta los huesos, un sueño que se desvela a sí mismo sin amanecer. Una culpa que no se comprende y que es el “deber ser” porque nadie será culpable de que se presente tirano un tintineo que desata tormentas, corrientes propias, deslices y devaneos. Este cuerpo esta en carne viva y sin consecuencias “aparentes”.Afuera de nuestras ventanas todo llueve en pequeñas miradas de un “negado” más allá, una charla cómoda tertulia  en la Casa del Té con un pequeño detalle: punzadas y puñales que cruzan en los ya de por sí corazones heridos. Soy una máquina análoga de un todo desvanecente, una “no regulación” y aquí el voltaje es diferente: dosis incompletas  y suficientes para mantenerme ocupada, sobre todo en días en que hace frío, cuando es difícil distender los músculos para lograr que algo se vuelva agradable, prefiero leer, es decir, ya he escrito. 

Vienes hermana a preguntarme el por qué 
he decidido
estar ...
en un refugio aparente y tortuoso
tú que lo tienes todo comprado en plazos de vida exacta,
tú que has forjado en televisores las andanza nunca vividas,
Pero tienes aun para mi una mirada compasiva y de consuelo.
En ti vive la adolescente salvaje y risueña
La indomable y veloz mujer que prefiere
Siempre el camino corto a “casa” y llegar rápido.
  que ese día estaba fuera de mí , en algún lugar
Que tu no frecuentas, las oscuras y frías aguas del astillero de los barcos.
Pero por unas horas, volvimos a ese tiempo, tumbadas de nuevo boca arriba
Soñamos con las nubes y yo volví a encontrar en ellas “buenas ovejas”
Claro, los lobos ya ni piel respetan
Cuéntame, ¿Qué, entonces, queda de nuestro sueños?. 




Muy rápidamente se recupera la intimidad que pensábamos pérdida en el agobio de los días como siempre llegamos a conclusiones sencillas: ponernos al frente, por delante, comprender el valor de nuestros cuerpos, no es el otro continum de nuestras arduas jornadas porque nada falte sobre la Mesa. Qué sencilla es la risa contigo, que deleitable tu presencia de niña inquieta, tu morada siempre ávida de más bríos y esperanzas. Me cuesta mucho decir: Te extraño, sobre todo cuando hablas de toros de bronce helados por la nieve, los indomables ascensores de la ciudad que se mueven ráfagas veloces por encima por detrás del tiempo, siempre en contra, me muestras tu corazón nudista no dispuesto, sí valiente que se entrega a un sueño de azafrán, seguridad que se finca sobre una amplia sonrisa ¿Qué reclamas a mí que sin duda he sido la más fiel crítica de tu costumbre de no “desapego”? Sí el vacío es el único espacio para alcanzar un vuelo sin mediación de aviones.


Casa de ladrillo a las 6 de la tarde en St. Louis
Estoy de nuevo en el fuego de la sala de tu casa, mirándote. Tú miras por la ventana sin advertirme, con un dejo añoranza, con un poco de incredulidad miras los copos de nieve y recuerdas los otros inviernos, los largos inviernos, mientras en la nieve se pierde el último rayo de la claridad  del día. Después de todo – piensas y te dices- “sigue siendo el suburbio de mi infancia”. Grandes pinceladas de recuerdos te recorren el alma y te confortas en la cocoa caliente que ha preparado tu madre. Dijiste que el niño había muerto, pero ya sabes que somos siempre todos y ninguno. Soy y estoy de este lado del viento, soy y estoy en la ceniza calcinada, soy y estoy en la parte ancestral, pero también hay frío y la primavera  llegará al mismo tiempo en el lado opuesto.