Amanece gélido, amanece frío y amanece gris. Y me pregunto si habrá, para el siguiente año, alguna nueva posibilidad. Escucho a las aves en sus trinos prístinos de las primeras horas de la mañana, encaro la tristeza y me digo, desde un lugar muy hondo, que sí.
Y entonces armo estas líneas —botellas en el ciberespacio— para no perder la costumbre de, aunque sea en un susurro, levantar la voz.
Ayer acudimos a la librería del FCE “Octavio Paz” en busca de una novedad, de esas de Tierra Adentro (ya centralizada en este organismo). Había caos… y dos personas. Después de esperar —no diré que un larguísimo tiempo, pero sí lo suficiente— y de rebuscar entre las “novedades”, logramos abordar a un empleado visiblemente atareado. Tras realizar la búsqueda, él mismo recordó que tenía una pila de libros recién llegados aún sin organizar: ahí estaba la novedad.
Mientras realizaba el cobro, susurró una disculpa: “es que ya somos muchos menos y no damos abasto”. ¿Recortes en el personal de las librerías del FCE? (pregunta al aire).
Lo cierto es que, luego del “falso video” —que no lo fue— difundido sobre el cierre de la “bodega-distribuidora de San Diego”, donde unos libros esperaban (¿abandonados?) la llegada de quienes los quisieran, indagué un poco —no mucho— sobre el estado actual de estas librerías y, en general, medité sobre la situación del Fondo de Cultura Económica desde el arribo del Señor que viola con todo y su disfunción eréctil.
A continuación, sólo números de los dos últimos periodos del FCE. Sin balances cualitativos —los libelos en reedición no lo merecen—, pero sí reveladores.
Publicación (datos generales)
Indicador | 2012–2018 | 2018–2024
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Títulos publicados: 2,980 | 2,497
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Ejemplares impresos: 16,402,000 | 12,594,958
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Libros electrónicos: 1,710 | 2,260
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Descargas de eBooks: 230,000 | 1,767,246
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Ferias internacionales: 86 | 48
Librerías
Periodo | Cierres de sucursales (FCE) | Detalles
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Hasta 2020: 16 librerías en México cerradas definitivamente tras el confinamiento por COVID-19.
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2016 (contexto): sucursales en el aeropuerto de la CDMX, Brasil y Venezuela (anteriores a 2018, pero relevantes para entender el proceso).
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Filial Venezuela: cerrada de manera definitiva.
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2025: cierre de oficinas y almacén del FCE en San Diego (distribuidora, no librería), con donación masiva de libros.
Desde 2018 se registraron 16 cierres de librerías físicas en México que permanecían operativas hasta ese momento. En el extranjero, se cerró la filial venezolana. Más recientemente, en 2025, se clausuraron las oficinas y el depósito del FCE en San Diego, aunque no se trataba de una librería abierta al público. ¿Acaso sin el debido proceso de baja y destino final que impone la ley cuando se donan bienes públicos?
Cuando la Brigada para Leer en Libertad se coloca por encima de la política pública, se produce una patrimonialización del servicio público. Nada nuevo se ha inventado: sólo se ha extendido la práctica de dicha AC (conformada, dicho sea de paso, únicamente por la hija y la esposa del funcionario en turno).
Los números no mienten y demuestran que regalar libros no es una estrategia nacional de lectura, sino, en todo caso, un gasto oneroso que genera competencia desleal y actúa como depredador del ecosistema del libro.
Indicadores de lectura en México
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En 2024, el 69.6 % de la población alfabeta de 18 años y más declaró haber leído algún material (libros, revistas, periódicos, historietas o contenidos digitales).
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Este dato es 14.6 puntos porcentuales menor que en el primer levantamiento del MOLEC en 2015 (84.2 %).
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Entre la población lectora, lo más leído fueron los libros (41.8 %), seguidos por páginas de Internet, foros o blogs (39.4 %), revistas (21.7 %), periódicos (17.8 %) e historietas (4.6 %).
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La lectura de periódicos disminuyó 31.6 puntos porcentuales: de 49.4 % en 2015 a 17.8 % en 2024.
¿Por qué el 25 para el 25 —que ni siquiera es congruente, pues son 27 títulos, con sólo 7 mujeres en un supuesto “Tiempo de Mujeres”; dejémoslo así— es un gasto neoliberal? Es simple: todo el papel que se consume en México se importa de Estados Unidos. Entonces, ¿a quién beneficia la adquisición de papel para 2.5 millones de ejemplares?
¿A dónde van a parar los beneficios? A las papeleras gringas, de donde México importa el papel. Así, alegremente y en un cálculo redondeado, estaríamos comprando con nuestros impuestos —suponiendo que el pliego costara un peso (que no es así) y una media de 100 páginas por libro (que tampoco es así)— sólo en papel para interiores alrededor de 7,812,500 pesos. No pensemos, por favor, en los demás gastos: papel de portada, diseño, diagramación, impresión, distribución.
No sólo regalamos libros: también regalamos dinero a emporios transnacionales.
De fondo, y en el fondo, hay una idea pobre: la de “latinoamericanizar” al Fondo, convertirlo en una suerte de transnacional progresista iberoamericana —ojo: no desde Bolívar ni desde el Che—. En los hechos, esta “transnacionalización” se ha dado mediante alianzas y coediciones con sellos extranjeros, que resultan más benéficas para editoriales ya transnacionales que para el propio Fondo: Planeta, Alfaguara, Akal, Random House, Océano, entre otras, todas sin excepción de origen y capital extranjero, dependientes de consorcios mediáticos globales.
Dicho de otro modo: financiar capitales extranjeros —mayoritariamente españoles— con nuestros impuestos. Y si eso no es neoliberalismo, entonces que me expliquen qué es.
Hay muchos más aspectos decepcionantes en la actual política cultural. Por ahora sólo diré que, lejos de ser respetuosa de los derechos culturales, es hegemonizante: procura la homogeneización y la verticalidad. No hay un aprecio auténtico por la cultura mexicana, sólo su folklorización e instrumentalización, además de la perversión de la precarización como política pública. Ese “cada vez somos menos” que escuché ayer en la librería “Octavio Paz” es el pan nuestro de cada día en cada institución pública de cultura, desde museos hasta centros culturales.
Como cerecita del pastel, hago un réquiem por el desaparecido proyecto de la Casa del Poeta “Ramón López Velarde”, espacio recuperado por la Secretaría de Cultura de la CDMX en días pasados. Un espacio más que pierde la ya vapuleada sociedad civil organizada: un retroceso, un espacio menos.
